El domingo pasado fui a Misa con mi mujer y vi una de esas personas pordioseras y desgraciadas, los hábitos desechos, como tantas se ven en nuestra ciudad.
Algunos miraban con curiosidad, otros cambiaban la mirada hacia otro lugar, como si tuvieran miedo de contagiarse…
Una voz interior me incita a tocar esa pobre persona
Cubre su cuerpo con andrajos y lleva todos sus haberes en dos bolsas de plástico
Y mi voz interior continúa incitándome ‘‘Alarga la mano hacia ella y tócala“
Yo titubeo, se hace más intensiva: ‘‘¡Alarga la mano hacia ella y tócala!“
Entonces no pude resistirme y la toqué…
. . . entonces mi mujer alargó la mano y me tocó...
En fin ¡seguramente no podré asistir a las próximas misas!
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